A) ...En el valle de Ica, donde se cultiva la tierra desde hace cinco o diez mil años, y cerca de la ciudad, hay varias lagunas encantadas. "La Victoria" es la más pequefia; la rodean palmeras de altísimos penachos, y el agua es verde, espesa; natas casi fétidas flotan de un extremo a otro de la laguna. Es honda y está entre algodonales. Aparece singularmente, como un misterio de la tierra; porque la costa peruana es un astral desierto donde los valles son apenas delgados hilos que comunican el mar con los Andes. Y la tierra de estos oasis produce más que ninguna otra de América. Es polvo que el agua de los Andes ha renovado durante milenios cada verano.

En los límites del desierto y el valle estan las otras lagunas: "Huacachina", "Saraja", "la Huega", "Orovilca".

Altas dunas circundan a "Huacachina". Lago habitado en la tierra muerta, desde sus orillas no se ve en el horizonte sino montes filudos de arena. Es extensa y la rodean residencias y hoteles en cuyos patios han cultivado flores y árboles. Ficus gigantes refrescan el aire y dan sombra .Contra la superficie de arena, la fronda murmurante de estos árboles profundos se dibuja. Y quien está bajo su protección, siente en el rostro, sobre los ojos, su paternal, su fría lengua; porque las dunas tienen su cimiento en esta orilla arbórea, ....

B) ...Un silencio lúgubre interrumpido apenas por uno que otro sollozo reinaba en la plataforma, y el aullido lejano se esparcía en la llanura y volaba por los aires, hiriendo los corazones como un presagio de muerte.

Algunos instantes pasaron, y de pronto la gran argolla de hierro que corona la jaula asomó por sobre el brocal. El ascensor se balanceó un momento y luego se detuvo sujeto por los ganchos del reborde superior.

Dentro deél algunos obreros con las cabezas descubiertas rodeaban una carretilla negra de barro y polvo de carbón.

Un clamoreo inmenso saludó la aparición del fúnebre carro, la multitud se arremolinó y su loca desesperación dificultaba enormemente la extracción de los cadáveres. El primero que se presentó a las ávidas miradas de la turba estaba forrado en mantas v sóto dejaba ver los pies descalzos, rígidos y manchados de lodo. El segundo que siguió inmediatamente al anterior tenía la cabeza desnuda: era un viejo de barba y cabellos grises.

El tercero y último apareció a su vez. Por entre los pliegues de la tela que lo envolvía asomaban algunos mechones de pelos rojos que lanzaban a la luz del sol un reflejo de cobre recién fundido. Varias voces profirieron con espanto:

-¡ El Cabeza de Cobre!

El cadáver tomado por los hombros y por los pies fue colocado trabajosamente en la camilla que lo aguardaba.

María de los Angeles al percibir aquel lívido rostro y esa cabellera que parecía empapada en sangre, hizo un esfuerzo sobrehumano para abalanzarse sobre el muerto; pcro apretada contra la barrera sólo pudo mover los brazos en tanto que un sonido inarticulado brotaba de su garganta. Luego sus múculos se aflojaron, los brazos cayeron a lo largo del cuerpo y permaneció inmóvil en el sitio como herida por el rayo. Los grupos se apartaron y muchos rostros se volvieron hacia la mujer, quien con la cabeza doblada sobre el pecho, sumida en una insensibilidad absoluta, parecía absorta en la contemplación del abismo abicrto a sus pies....

C ...para distraerle, danzaban coros de bacantes encendidas en su fiebre loca, y acompañaban la armonía, cerca de él, faunos adolescentes, como hermosos efebos (13), que le acariciaban reverentemente con su sonrisa; y aunque no escuchaba ninguna voz, ni el ruido de los crótalos, gozaba de distintas rnaneras. Asi pasaba la vida este rey barbudo, que tenía patas de cabra.

Era sátiro caprichoso.- Tenla dos consejeros áulicos: una alondra y un asno. La primera perdió su prestigio cuando el sátiro se volvió sordo. Antes, si cansado de su lascivia soplaba su flauta dulcemente, la alondra le acompañaba. Después, en su gran bosque, donde no oía ni la voz del olímpico trueno, el paciente animal de las largas orejas le servia para cabalgar, en tanto que la alondra,en los apogeos del alba, se le lba de las rnanos, can- tando camino de los cielos. La selva era enorme. De ella tocaba a la alondra la cumbre; al asno el pasto. La alondra era saludada por los primeros rayos de la aurora; bebía el rocío en los retoños; despertaba al roble diciéndole: "Viejo roble, despiértate". Se deleitaba con un beso del sol: era amada por el lucero de la mañana. Y el hondo azul, tan grande, sabía que ella, tan chica, existía bajo su inmensididad. El asno (aunque entonces no había conversado con Kant) era experto en filosofía, según el decir común.(10). El sátiro, que le veía ramonear en la pastura, moviendo las orejas con aire grave, tenía alta Idea de tal pensador. En aquellos días el asno no tenía como hoy tan larga fama. Moviendo sus mandíbulas, no se habría imaginado que -.escribiesen en su loa Daniel Heínsius (14) en latín, Passerat, Buffon y el gran Hugo, en francés, Posada y Valderrama, en español...

13 -.Bacante: mujer que celebraba, con excesos, las fiestas de Baco, o bacanales. Fauno: semidiós de los campos y selvas. Efebo: mancebo adolescente. 10 "Referencia al poema de Victor Hugo, L'âne". Nota XXIV de Darío. 14 Heínsio, autor, en latín, del Laus Asini, o elogio del

D) ...Aquí se detuvo un rato, hasta que yo tuve conciencia de haber vuelto a la noche en que estábamos bajo las ramas; pero no sabía bien si esos últimos pensamientos, la señora Margarita, los había tenido en e1 ferrocarril, o se le habían ocurrido ahora, bajo estas ramas. Después me hizo señas para que fuera al pie de la escalera.

Esa noche no encendi la luz de mi cuarto, y al tantear los muebles tuve el recuerdo de otra noche en que me había emborrachado ligeramente con una bebida que tomaba por primera vez. Ahora tardé en desvestirme. Despuésme encontré con los ojos fijos en el tul del mosquitero y me vinieron de nuevo las palabras que se habían desprendido del cuerpo de la señora Margarita.

En el mismo instante del relato no sólo me di cuenta que ella pertenecía al marido, sino que yo había pensado demasiado en ella; y, a veces, de una manera culpable. Entonces, parecía que fuera yo el que escondía los pensamientos entre las plantas. Pero desde el momento en que la señora Margarita empezó a hablar sentí una angustia como si su cuerpo se hundiera en un agua que me arrastrara a mi también; mis pensamientos culpables aparecieron de una manera fugaz y con la idea de que no había tiempo ni valia la pena pensar en ellos; y a medida que el relato avanzaba el agua se iba presentando como el espíritu.de una religión que nos sorprendiera en...